jueves, 29 de marzo de 2012

Ariana androide


Su primer androide era rubia, alta y escultural. La desechó cuando ya los desgarres y marcas en sus brazos y manos eran un tanto desagradables, aproximadamente 14 meses después. Compró, consecutivamente, otras dos rubias las cuales poseyó 7 meses a una y 9 meses a la tercera. Eran, claro, copias idénticas de famosas al igual que la primera: dos actrices y una cantante, más o menos en ese orden.
Todos sus amigos y amigas tenían androides; solo conocía, de entre cercanos y allegados, a una pareja donde los dos eran gentes, quienes además no tenían androides. Él solamente los trataba de vista, pero también acompañaba las risas bajas de quienes mencionaban la rareza con burlas, y es que, ¿quién en su sano juicio preferiría a una persona versus la perfección de un androide?
Los androides no sangran, pero si es desagradable ver las rajaduras y hendiduras que causan las cosas filosas en su piel. Se pueden reparar, pero queda una cicatriz, claro, no como las de la piel verdadera, pero si distinguibles. Nuestro protagonista, por ese motivo, se sintió turbado, y le fue muy difícil disimularlo, cuando compartió mesa la primera vez con esa pareja en el salón de baile La Careoca. Los dos eran definitivamente agradables a la vista, pero de lejos, ya que cuando estaban cerca notabas sus defectos. Él por ejemplo tenía granitos en la cara y los dedos de las manos eran delgados, huesudos y muy largos. Ella portaba un lunar demasiado sobresaliente, según su parecer, encima del labio superior, a la derecha de la nariz. Además sus antebrazos estaban cubiertos de una capa, aunque fina, de vellitos marrones. Y además cicatrices aquí y allá.
Al menos un par de veces más coincidieron y compartieron mesa en ese mismo lugar y en otro llamado El Cortijo Caribú. Eran gentes agradables la verdad, ella en particular le llamó la atención porque platicaba de muchas cosas distintas a las que estaba acostumbrado a escuchar, contaba además chistes muy graciosos y bailaba de una forma que le inquietaba ya que se movía de manera muy sensual.
La cuarta androide que eligió era de cabellera oscura y piel no tan blanca, y se quedó muy pensativo cuando un amigo de él, Eliseo, le comentó un poco burlón que se parecía a la chica de la pareja de gentes. Ya en su casa la miró detenidamente; pues sí, la verdad es que si la mirabas bien tenía algo de parecido. Eliseo y él eran muy apegados, quizá por eso le hizo la observación ya que posiblemente se le hizo raro que eligiera a un androide de cabello y piel más oscuros y seguramente él notó también que la chica aquella le había llamado la atención. Incluso recordó, mientras manipulaba el programa de diseño, que por la mente le pasó como una ráfaga la idea de ponerle un lunar ahí donde la chica gente tenía el suyo. Luego de ese día se preguntaba muy seguido en, el cómo sería vivir con una persona real, o al menos, con alguien como la chica. No se imaginaba poder soportar granitos, pelos en la nariz (su piel se erizó un poco por lo repúgnate de la imagen), cicatrices, vellos corporales, arrugas (de nuevo sus músculos se contrajeron instintivamente un poco) y todo eso que las gentes tienen; "tenemos", oyó en su mente.
Si, una cosa es que lo tenga uno y otra estarlo viendo en otros; sus amigas y amigos claro que en ese sentido eran, digamos, algo repugnantes; pero los veía solo en los bailes o en el trabajo. Todo mundo lo que desea es volver a casa y encontrar a una persona perfecta con todos los atributos deseados y que te tenga la cena preparada y que te mire enamorada y que te de un masaje y que se calle cuando se lo ordenes y que hable cuando se lo ordenes y que repare los toma corrientes o la plomería y que se siente a tus pies mirándote arrobada cuando se lo ordenas o que cierre los ojos también cuando se lo dices. Y que recargue su cabeza en tu hombro y suspire enamorada. Y además, claro, que esté dispuesta a tener sexo siempre que tú quieras, pero que también quiera aunque tú no se lo ordenes, que sea deseosa y haga pucheritos si le dices que no, pero que no sea muy insistente. Tu androide debe comprender que no estás de humor, pero debe decirte que te desea siempre, que desea tu pene enorme siempre, a cada minuto y segundo del día, que quiere que le hagas el amor porque no puede vivir sin ti adentro de ella.
Nuestro amigo pensaba en la perfección que creaba cada vez; a la morena la desechó luego de 8 meses por una pelirroja y se dio el lujo de comprar también a una de características asiáticas. Le gustaba verlas activas tratado de complacerle la una primero que la otra, le gustaba que se encelaran si se decidía por una. Luego las llevó para que las programaran ya que deseaba que bailaran así como la chica gente, y que contaran chistes, pero con gracia. Les ordenó que grabaran en su banco de datos mucha información para que supieran de temas interesantes.
Y si, al principio creyó que lo había logrado, ya que las chicas bailaban sensualmente, contaban chistes muy graciosos y de pronto emitían datos interesantes y/o curiosos.
Pero cuando no estaba ebrio comprendía que el baile era artificioso ya que le faltaba pasión. Los chistes eran graciosos pero a leguas se notaba que no los entendían aunque se rieran a carcajadas y los contaran teatralmente e incluso de manera chispeante; y lo peor, la información que emitían de vez en vez era más parecida a un juego de trivia que a una opinión reflexionada.
El técnico de software lo remitió con un especialista en personalidad, y este le dijo que era posible recrear ciertas características de alguien existente, pero que eso seguramente volvería al androide un poco, digamos, imprevisible. ¿Imprevisible?, preguntó
Si, es que para que un androide se comporte aunque sea de manera similar a una persona debe tener algo así como un pasado, claro, entre comillas. Es precisamente ese pasado, entre comillas, el que le motivara a hacer ciertas cosas que un androide sin pasado. Pero ese pasado también le hace actuar de forma que quizá no sea de tu agrado. ¿De mi agrado?
El especialista en software le explicó más a detalle: si, por ejemplo a lo mejor no querrá hacer siempre las cosas que le ordenes, o no tendrá algún día el deseo de tener sexo, o querrá salir a alguna parte sin avisarte e incluso, en casos extremos, se aburra de la vida que lleva.
El especialista se adelantó a la pregunta, si, es que un androide de esas características necesita estímulos especiales, un ambiente donde pueda compartir opiniones e ideas, ¿me explico?
Claro que comprendió. Los meses siguientes se le hicieron larguísimos, pensaba continuamente en aquello. Desactivó las características de sus dos androides porque le molestaban sus chistes vacios, sus comentarios vanos y superficiales y además le fastidiaba lo vacuo de su bailar cachondo
Fue con quien podría quizá ayudarle a definir su siguiente paso, con la chica del lunar. Ella escuchó fascinada y hasta cierto punto conmovida, le agradeció la deferencia y expuso su punto de vista. Yo con gusto te cedo mi personalidad, aunque se me va a hacer bastante raro que haya por ahí alguien haciendo y pensando lo mismo que yo; dudo que vayas a ser feliz conmigo, pero te aseguro que no te vas a aburrir nunca, dijo para luego carcajearse de una manera tal que mostraba salir desde el fondo de algún lugar recóndito, total si te cansa vivir conmigo o me canso de vivir contigo, pues simplemente me deshechas y te haces otra, dijo sonriendo ampliamente y mirándolo fijamente.
Pero yo no quiero que te vayas. Ella se inclino un poco más hacia él, apoyando los antebrazos en la mesa, entonces deberás ganarme día a día mi amor, te aseguro que no soy nada fácil.
Ariana abrió los ojos por primera vez en el cuerpo de un androide un mes después, y lo miró unos segundos antes de sonreír de manera socarrona, lo dicho, dijo, esto va a ser muy extraño, de nuevo la carcajada, lo bueno es que no eres tan feo. Se levantó con cuidado de la cama mirándose al mismo tiempo el cuerpo detenidamente; luego se acercó al espejo, me pusiste mas chiches y pompis picarón, y mi lunar es más chiquito, observaba atentamente cada detalle, este, calló unos instantes antes de continuar, cuerpo es vigoroso, brincó y movió brazos y piernas, me gusta aunque me siento un poco aprisionada.
¿Aprisionada? Ella no le contestó, lo miró unos momentos fijamente, ¿puedo disfrutar la comida, verdad?
Si, dijo él sin dejar aquella expresión de incertidumbre salpicada con un poco de temor ante lo imprevisible, relájate amiguito, llévame a cenar porque tengo mucha hambre, ¿donde está mi ropa? quiero beber y fumar y bailar, ¿me pondré ebria, verdad?
Él se sonrió un poco, aunque tímidamente, por fin: si, te pondrás ebria.

1 comentario:

  1. Muy buen cuento Manuel. Excepcionalmente refrescante. Hay algunos detallitos de prisa en la narrativa y detalles menores de comas y acentos. Pero la historia es muy agradable. Muchas felicidades.

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