jueves, 20 de mayo de 2010

El panteon

Luego de comer alguien sacó un televisor de pantalla plana al inmenso patio del frente, aunque, debido a las charlas, nadie parecía ponerle demasiada atención.
Era una tarde bastante agradable, no excesivamente fresca a pesar de la época del año; "vamos a ir al panteón", me dijo Laurita como a las siete. Ella es la mamá de Isaura, quien nos había invitado a pasar esa semana en la casa de su familia en esa ciudad.

Era nuestra última noche ya que al día siguiente al medio día debíamos partir de regreso a la que nos parecía, por comparación, nuestra polvosa, inmensa y desabrida urbe, y es que las clases reiniciaban el lunes, o sea dos días después. "Si como no, Laurita", le dije sonriente a aquella encantadora anfitriona quien de inmediato había aprendido nuestros nombres y nos trataba como a su propia familia.

Los días habían transcurrido velozmente, conocimos muchos lugares muy interesantes, desde casonas inmensas hasta construcciones prehispánicas, pasando por haciendas abandonadas, otras convertidas en museos u hoteles y plazas bellísimas.
Todos en la familia de Isaura no se cansaban de decirnos que apenas habíamos visto quizá la decima parte de los atractivos, y les creíamos. Yo por mi parte estaba decidido a regresar el siguiente año ya que aquella ciudad de juguete me había cautivado.
Y aún me esperaba ver lo más fantástico: el panteón. Yo ni me imaginaba que fuera a ser un lugar tan extraordinario. Caminamos algo así como dos kilómetros y mientras nos acercábamos imaginaba que vería a continuación, quizá a la vuelta de una esquina, una barda inmensa, una puerta de hierro enorme y tras ella los pasillos grises delimitados por lápidas y tumbas semioscuras apenas iluminadas por el festejo de día de muertos. Pero cuál fue mi asombro al escuchar a una de las mujeres, no supe si amiga o familiar de nuestra anfitriona, decir que ya habíamos llegado. Miré a todos lados y poco a poco comprendí que aquella explanada era el panteón. Volteé a ver a Eliseo, mi compañero de la universidad, y al igual que yo visitante, y encontré la misma mirada de pasmo. De reojo pude percibir también las caras jubilosas de Laurita, Isaura y de las demás mujeres que nos guiaban, estaban totalmente satisfechas de nuestra reacción, "¿te gusta?", me preguntó casi al oído la hermana de Isaura, Jazmín, quien me parecía se había sentido muy atraída hacia mi durante esos días, "si", le dije alargando un poco la "i" y mirando alelado, era el panteón mas fabuloso del mundo, pensé en ese momento.

Sobre muchas de las tumbas se habían construido pequeñas edificaciones cual casas en miniatura. Había de todo tipo de fachadas y formas, de dos y de 4 aguas con tejas de barro; antiguas y las que trataban de parecerlo, con frentes adornados con molduras y rejas de hierro forjado en las ventanas y puertas. La mayoría estaban muy bien cuidadas y, por la fecha seguramente, recién pintadas.
No estaban juntas por ningunos de sus lados; se notaba que se cuidaba ese aspecto ya que había pasillos, minúsculos algunos, entre ellas; además, todo el piso del lugar estaba cubierto por bellísimas baldosas donde los colores claros prevalecían. "Esto es maravilloso", alcancé a decirle a Jazmín, quien se había colgado de mi brazo mientras nos adentrábamos en el lugar, "¿verdad que si?, comentó con cierto orgullo, ¿de veras te gusta?", preguntó de nuevo mientras observaba mi reacción.

Caminábamos por el pasillo más ancho el cual era algo así como la calzada del lugar porque contaba con pequeñas rotondas en cuyo centro había fuentes con esculturas de santos y vírgenes, "¿este panteón es muy antiguo?", le pregunté, mas me respondió el esposo de Laurita, papá de Isaura y de Jazmín: "tiene como 150 años, pero algunas partes han sido remodeladas, el piso y las fuentes, y ademas algunas de las estatuas son recientes". Volteé a decirle que nunca había mirado un lugar así, lo cual causó que se mostrara en su rostro una sobria expresión de satisfacción.

No parecía molestarle a nadie mi cercanía con Jazmín. Ella era encantadora sin llegar a ser melosa, simplemente parecía que yo le había caído bastante bien.
Según amistades de ella e Isaura, poco era de hacer relación con desconocidos, lo cual naturalmente me envanecía en extremo ya que además era una chica muy atractiva.
Me llamó de pronto la atención una serie de receptáculos colocados sobre pedestales a los lados de aquella calzada, los cuales contenían pequeñas urnas rellenas con lo que al principio pensé que se trataba de algún tipo de alimento, pero cuando me acerqué a mirar noté que eran diminutas semillas de distintas formas y colores, dispuestas de tal forma que en cada urna o vasijilla había más de un tipo diferente pero sin mezclarse. Eliseo y otros de mis acompañantes se aproximaron y también se asombraron; en algunas de ellas había hasta 6 diferentes clases de granos, "¿cómo hacen esto?", preguntó Alicia, quien también era de nuestro grupo, Jazmín contestó: "hay una como especie de rejilla, como la de los hielitos del congelador, pero sin fondo; se pone adentro de la vasijita y luego en cada cuadrito se vacían las semillas y cuando la quitas se quedan separadas, sin mezclarse".

¿Y para qué son?", pregunté al tiempo que giraba mi cara para oler su aliento y poder disfrutar de su rostro a esa distancia, ella comprendió de inmediato mi intención ya que me sonrió de frente sin pestañear, apenas entrecerrando los parpados, "tiene algo que ver con el renacimiento, la vida que vuelve".
Sus ojos serenos tan cerca me causaban cierta deliciosa incomodidad, aún así me forcé a sostener y gozar su mirada al tiempo que los demás se alejaban prudentes aunque sonriendo de manera socarrona.
El colmo de mi estupefacción ocurrió luego de unos minutos más de caminata y al dirigir mi mirada a donde Eliseo me indicaba un poco ansioso, era hacia lo que podría describirse como una vitrina ya que estaba conformada por paredes y estantes de vidrio donde se encontraban objetos que habían pertenecido a algunas de las personas que yacían en el panteón.

Y no eran cualquier tipo de objetos, eran cosas valiosas tales como relojes finos, cigarreras, anillos y pulseras de plata y oro. Y hasta un catalejo antiguo alcancé a ver en exhibición, "esto no siempre están aquí, ¿verdad?", le pregunté a Jazmín a la vez que intenté juntar nuestros labios; ella comprendió mi plan y se retiró apenas con un ademan coqueto, "si, siempre están", dijo sonriente, no por el hecho de que siempre estuvieran, sino, supusé, por el haber logrado evadir mi pretendido avance, "¿nadie se los roba?"
Ella negó meneando la cara y mirándome tranquilamente a los ojos, "son objetos algo así como sagrados".
"Allá, ya no estarian", dije con voz un poco torpe, "lo sé", contestó sin despegar su vista de la mía.

Yo estaba ya totalmente a su merced, me guió a una pared externa de una de esas críptas ocultos de la vista de los demas, donde se recargó y luego me rodeó con sus brazos para poder mecerme despacio a lo cual accedí sin reparo y recargando mi cabeza en su pecho. "Ven", me dijo luego de unos minutos en silencio. La seguí y entramos en uno de los pequeños cuartos.
El silencio era acogedor, y la oscuridad que alcanzaba a translucirse por las ventanas, incitante. "¿Y toda esta comida?", pregunté asombrado, y es que en toda repisa y estante disponible, en el piso incluso, alguien había colocado vasijas, de difrentes tamaños, llenas con distintos guisos . Puedo afirmar que hasta entonces jamás había visto tanto alimento junto en un lugar, excepto quizá en algún salón de fiestas. "La gente pone comida allá ¿no?", dijo mientras levantaba algunas tapas, como si quisiera comprobar el sazón solamente oliéndolo y mirándolo, "si", le contesté, "pero solo panecillos y dulces, aquí hay comida para un pelotón, ¿y qué hacen con todo esto?, ¿lo tiran?"
"No", afirmó categórica para luego acercarse, ponerse frente a mi y posar sus brazos sobre mis hombros dejando colgar sus manos, "¿quieres comer?"

"¿De esto?, ¿está limpio?", le pregunté un poco desconcertado.
"Muy limpio y recién hecho, no tiene ni una hora que lo trajeron", me mirababa fijamente de nuevo mientras me hablaba y a continuación me dio el beso que tanto anhelaba yo. Luego de un rato separó sus labios de los mios y se dirigió a una de las repisas, quitó la tapa de una de las vasijas y se puso un poco de aquel guiso en la mano con una de las cucharas grandes que habían sido envueltas con papel aluminio y colocadas, con ese fin seguramente, junto las ollas, "le falta comino", dijo con un ligero gesto fingido de desaprobación antes de voltear sonriente a verme.

Salimos de ahí momentos despues y nos reunimos de nuevo con el grupo. Al cabo de media hora ya íbamos todos de regreso a la casa.
Durante la cena ella se sentó del otro lado de la mesa, frente a mí, lo cual me causaba doble turbación ya que era imposible evitar flirtear y que los demás no lo notaran, aunque debo reconocer que la situación era también francamente agradabilísima. Estaba inmerso en esa ola de sensaciones contrapuestas por lo que no comprendí de momento la súbita expresión que mostró; su cara se puso lívida y su boca se abrió como si de pronto hubiera recordado algo vital, "el mono", dijo de pronto. Pensé que estaba jugando o que preparaba algún tipo de broma, pero mientras transcurrían los segundos comencé a preocuparme un poco ya que su mirada se posaba perdida contra el mantel de la mesa, "el mono, se me olvidó", sus palabras resultaban surrealistas, y es que realmente estaban totalmente fuera de contexto, y, según pude percibir en las caras de los otros, no era el único que pensaba así, "¡mamá!, ¡se me olvidó el mono!", el grito fue bastante desconcertante, todos nos quedamos petrificados, de pronto se me ocurrió que quizá ella padecía de algún problema mental, pero de inmediato me sacudí esa idea forzándome a suponer que algo realmente trágico estaba sucediendo, pero la palabra, "el mono", rebotaba en mi cabeza sin control, ¿a qué se refería?, me preguntaba a mi mismo.

Laurita se acercó bastante agitada, "no saqué el mono mamá, se me olvidó", dijo Jazmín con actitud aterrada antes que su mamá pudiera decirle algo, ella a continuación la abrazó y la consoló: "no te preocupes de eso m'ija, son puras mentiras", Jazmín se levantó deshaciéndose de manera un poco bruzca de los brazos de su mamá, "voy para allá", dijo determinada y luego se dirigió hacia la calle casi corriendo, todos en la mesa nos levantamos inmediatamente, yo sin saber aun que hacer ya que ignoraba lo que estaba sucediendo realmente, pero al ver que otros corrian tras ella no atiné más que a hacer lo mismo.

Me sentía realmente asustado, aunque el desconcierto también me dominaba; fue hasta que pude alcanzar a Alicia que supe algo del asunto: "no sé, es algo de la comida de las criptas y de un mono que tenía que sacar, no sé", repitió. Ella había apenas intercambiado unas palabras con Isaura quien corría ya, alla adelante, junto a Jazmín; claro que la minúscula información no me ayudó a comprender nada.
Fui el cuarto en llegar a la cripta donde habíamos estado Jazmín y yo apenas un par de horas antes, ella estaba en ese momento mirando el interior de una especie de urna, parecida a esas donde ponen las cenizas de los cremados. Su mano sostenía la tapa y en su mirada se notaba una profunda decepción mezclada con un gran temor.

Era la una de la mañana y nadie dormía aun, los invitados estábamos en el patio frontal comentando lo sucedido, en todos se notaba el gran esfuerzo que hacían para no hacer bromas al respecto; yo me sentía afectado por varios motivos, pero el que más me mantenía inquieto era la seguridad de que regresando a nuestra ciudad sería el hazmerreir de todos. A pesar de ese sentimiento egoísta también sentía ciertos remordimientos y algo de lástima por ella; pensaba ademas en su carácter tan agradable y en su belleza.

Isaura nos contó momentos antes que además de poner comida en las criptas existía la tradición de colocar un objeto, generalmente un muñeco de tela o de peluche en una urna colocada exprofeso, ya que según se pensaba, ese muñeco o mono, impedía que los muertos salieran de sus tumbas. Pero si alguna persona comía de los alimentos esa noche tenía que sacar al mono de la urna y ponerlo en cualquier lugar dentro de la misma cripta, ya que en caso contrario, segun una leyenda, ese objeto, convertido en una especie de monstruo, buscaría a la persona olvidadiza y se la llevaría antes del amanecer.

Fue por eso que comprendí las llamadas telefónicas a la familia dueña de la tumba donde habíamos entrado Jazmin y yo, luego, su posterior visita; ellos le insistían a Jazmín que aquello era una leyenda absurda, que efectivamente habían colocado un muñeco, un pequeño pie grande traído de un viaje a los Estados Unidos, pero que seguramente alguien se lo había llevado por jugar. Jazmín les contradecía a gritos insistiendo que nadie se llevaba nunca nada del panteón. Luego de un buen rato, y ya cuando ella se notaba un poco más calmada, se retiraron y Jazmín fue conducida a su dormitorio.

Decidí irme a acostar también. El cuarto donde dormí esos días lo compartí con los otros 4 varones que formaban nuestro grupo; las dos chicas, Alicia y Fernanda percnotarón en otro. Esas dos habitaciones estaban al fondo de la casa separadas por un pasillo central, una frente a la otra de tal forma que ambas tenían ventana que miraban al patio trasero. La habitación de Jazmín estaba a un lado de la de de nuestras compañeras y enfrente, junto a la nuestra, la de Laurita y su esposo. A continuación, también rumbo al frente de la casa, estaba la recamara de Isaura.

Poco a poco los rumores de la gente se fueron apagando aunque me era imposible dormir, pensaba en lo fácil que era engañarse por las apariencias, además aun se escuchaban, un poco apagadas, las voces de Laurita, Isaura y su papá quienes trataban de tranquilizar aun más a Jazmín.

Mas o menos una hora después, me despertó un estruendo pavoroso, como si hubiera ocurrido una explosión y luego unos gritos erizantes nos hicieron saltar de la cama a los que estábamos en el cuarto, era la voz de Jazmín; en un primer momento pensé que le había vuelto la crisis y con mucha mayor fuerza, de nuevo se cruzó por mi mente la palabra "pobre chica", pero luego a esos se sumaron otros, los de Laurita, su esposo y los de Isaura.
Aun así no nos atrevíamos a salir del cuarto ya que no queríamos incomodar más, pero algo roía mi mente, ¿qué fue esa explosión?, ¿sería posible que esta chica haya cometido algún desastre?, volteé a mirar a mis compañeros buscando en sus rostros respuesta acerca de lo que debíamos hacer a continuación, pero observé la misma incertidumbre que me paralizaba, luego, por el rabillo del ojo, noté a través de la ventana un movimiento en el patio, giré mi cabeza y alcancé a mirar aun, a un individuo enorme que escalaba la pared del fondo sin demasiada dificultad, llevaba a una persona en su hombro.

Corrí aterrado hacia la recamara de Jazmín y apenas alcancé a mirar a Laurita saliendo, mientras gritaba, al corredor lateral exterior a traves de un enorme boquete.

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